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29 Sep

El incendio que arrasó con el museo de Brasil podría repetirse en otros museos

La tragedia ocurrida el 2 de septiembre en el Museo Nacional de Brasil de doscientos años de antigüedad, la cual convirtió a sus veinte millones de piezas en cenizas, es un recordatorio urgente de la necesidad de contar con mejores medidas de seguridad en los museos de todo el mundo. Para ver el suceso en perspectiva, fue como si toda la colección del Museo Británico desapareciera dos veces en un abrir y cerrar de ojos.

Se desconocen las causas del incendio, pero muchos brasileños culpan a su gobierno y algunos ya han salido a las calles a protestar. Después de años de reducciones en el presupuesto asignado por el gobierno, el personal del museo había solicitado al Banco Nacional de Desarrollo del país un financiamiento urgente para mantenimiento. En junio se desembolsaron los recursos, pero no se hizo a tiempo para instalar la actualización que se tenía planeada para el equipo contra incendios del museo, al que le faltaba un sistema rociador.

Justo después del inicio del incendio, imágenes pavorosas comenzaron a circular en redes sociales y medios, en las que se muestra a los trabajadores en pánico con los brazos llenos de objetos del museo. En uno de los videos se apreciaba a alguien cargando frascos con especímenes conservados para sacarlos del lugar, mientras los bomberos se apresuraban a regresar para salvar todo lo posible.

Admiré de primera mano el acervo invaluable del museo. En 2014, lo visité junto con dos amigos arqueólogos (un bioarqueólogo y un paleoantropólogo) y nos quedamos boquiabiertos mientras recorríamos una sala tras otra. Tenía en su acervo uno de los esqueletos más antiguos de Sudamérica, llamado Luzia, de 11.500 años de antigüedad; había una réplica expuesta que mostraba la reconstrucción completa de su cabeza. Una de las salas estaba repleta de tesoros egipcios, incluyendo el sarcófago pintado con colores relucientes donde se encontraba la momia de Sha-Amun-In-Su, que databa del año 750 a. C. Había innumerables objetos invaluables pertenecientes a culturas indígenas de Brasil y de otras partes de Latinoamérica expuestos en vitrinas. Había frescos de Pompeya en la colección mediterránea. El museo albergaba una extraordinaria biblioteca con aproximadamente 500.000 libros, de los cuales 2400 eran ediciones únicas, así como una colección de historia natural que incluía dinosaurios, insectos y meteoritos, recuperados a partir de incontables expediciones de científicos y exploradores.

De acuerdo con Anna Roosevelt, profesora de Antropología de la Universidad de Illinois en Chicago: “El museo tenía colecciones desde las primeras expediciones hasta las investigaciones más recientes, colecciones muy completas que mostraban la historia de los museos, de la exploración y la ciencia en Brasil”. El fuego fue, según dijo, “un desastre para las ciencias naturales y la antropología de Sudamérica”. Por fortuna, la biblioteca se salvó (pues no se encontraba en el edificio principal), al igual que algunas piezas de las colecciones de animales vertebrados, pero hasta el momento se calcula que solo sobrevivió el diez por ciento del acervo.

A medida que el incendio se propagaba, amigos y colegas en Brasil escribían mensajes en Twitter expresando su rabia y desesperanza. Marina Amaral, una colorista digital brasileña, escribió: “Creo con toda sinceridad que la pérdida de cualquier museo es una pérdida para la civilización en su conjunto”.

Pero los brasileños no están de brazos cruzados. El 3 de septiembre muchos se reunieron, codo a codo, rodeando el edificio, abrazando los restos del museo con su cuerpo, como si el puro deseo pudiera traerlo de vuelta. Ya comenzaron los esfuerzos por hacer una colaboración abierta de fotografías tomadas por visitantes, de manera que se pueda reconstruir de forma virtual el acervo del museo.

Durante las siguientes semanas se llevará a cabo una excavación cuidadosa por parte de profesionales y curadores capacitados del museo, con lo cual es posible que se rescaten más piezas que quizá se hayan salvado. Hay cierta esperanza, pero queda una lección de suma importancia para el mundo: las colecciones museográficas en todo el planeta corren el mismo riesgo de perder sus piezas en un incendio, una inundación u otros desastres naturales, y muchas de ellas reciben partidas presupuestales de gobiernos que no valoran la herencia cultural ni la historia natural. Hay cursos de acción en casos de desastre impartidos por la Iniciativa de Rescate Cultural del Instituto Smithsoniano y algunos museos ya tienen implementados planes eficaces.

Tal como quedó demostrado con el incendio en 1986 del Palacio Hampton Court, en el Reino Unido, y con los daños estructurales en el Museo de Arte de Nueva Orleans a causa del huracán Katrina en 2005 y en cuantiosos museos de Nepal debido al terremoto de 2015 y sus réplicas, el riesgo de sufrir un incendio o algún desastre natural no se limita a una sola región o a un solo país. Los gobiernos de todo el mundo deben resguardar estos depósitos irremplazables para la historia de la humanidad. Se deben hacer evaluaciones estructurales a gran escala de la seguridad de los edificios, establecer planes de acción ante desastres y protegerlos de incendios e inundaciones de inmediato. Todas las colecciones museográficas deben ser inventariadas, en caso de que no lo estén, y conservar la información en la nube, en caso de que suceda algo similar o incluso peor.

Estas colecciones museográficas constituyen nada menos que la clave para el entendimiento no solo de nuestro pasado, sino también de nuestro futuro. Nos ayudan a comprender cómo se adaptaron las culturas ancestrales al mundo cambiante y tienen mucho que enseñarnos a medida que nos adaptamos a los cambios climáticos, a las nuevas tecnologías y a la posibilidad de vivir en el espacio. Su conservación debe ser la máxima prioridad para cualquiera que se interese en nuestra humanidad colectiva.

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Fuente: https://www.nytimes.com/es/2018/09/10/incendio-museo-brasil/

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